Existen dos tipos de personas...
... los que madrugan sábados y domingos para que los lunes duelan menos y los que prefieren que duela, para poder distinguirlos.
Obviamente, a los primeros habría que matarlos.
... los que madrugan sábados y domingos para que los lunes duelan menos y los que prefieren que duela, para poder distinguirlos.
Obviamente, a los primeros habría que matarlos.
Dónde están las vaquillas cuando se las necesita...
...me he chupao trescientos diez kilómetros para absolutamente nada.
Viva yo!
Mienten las palabras, los gestos... hasta las miradas. Todo puede ser fingido, estudiado, interpretado. Por no molestar, por mantener una posición, por las consecuencias, si, por ese medio plazo impredecible.
Pero las muecas son instantáneas, incontenibles, no se pueden guiar, ni preveer. Te cambian toda la expresión de la cara o apenas redibujan la línea de los labios, pero si estás atenta, te dicen todo lo que otra persona piensa de ti en una décima de segundo. Y ya está.
Después ya todo te resbala, tu piel se vuelve impermeable a los halagos, las palabras amables y las sonrisas que, como todo lo demás, no importan nada.
A partir de esa hora, curiosamente, todo se vuelve borroso...
...pero estoy super(super)morena.
PD: Y no tiene nada que ver lo juno con lo jotro.
He vuelto de la playa... necesito unas vacaciones!
Juro que cada vez que la monitora graznaba mi nombre me daban ganas de cuadrarme.
PD: Pobrecica la niña que se llamaba como yo, la tenían frita!
Y los auriculares también...
Seré yo?
Me ha crecido un quinceps encima del biceps... lo juro...
- Estás más delgada.
- Pues peso lo mismo...
- Ves, si ya te decía yo que se te notaba...
... o que directamente se la pelas.
Yo no odio. No, no es que sea una persona bondadosa incapaz de odiar, más bien soy una persona vaga. Odiar exige una concentración y, sobre todo, una constancia que no poseo. Además requiere un cierto grado de envenenamiento emocional que ya no me permito... casi nunca.
Pero eso no quiere decir que perdone ni, mucho menos, que olvide. Mantengo una actitud de odio pasivo, aletargado, una bala en la recámara esperando un blanco.
Para ello tengo una escueta lista (mental, se entiende; mi grado de paranoia todavía no me da para tanto) de personajuchos que si, por esos giros de guión inesperados de la vida, su felicidad llegara a depender, directa o indirectamente, por acción o por omisión, de mi, morirían infelices.
...a mis queridos amigos de la Agencia Tributaria por obligarme, con esa amabilidad administrativa que les caracteriza, a realizar un trámite completamente innecesario, vacuo y repetitivo por cuatro perras.
Lo apuntaré porque fijo que al año que viene me toca otra vez...
"Si, mujer, que su hermano es fulanito... que tiene una tienda en la calle Mayor..."
También podría decirse que casi los tiro, pero prefiero quedarme con mi versión de los hechos...
No entiendo una palabra... así lo toco menos.
Y ya está el preadolescente Quinqui silbando y escondiéndose detrás de la cortina. Menos mal que por edad podría ser su madre que sino...
Es como intentar abrir un tarro nada más despertarte, ser capaz de no parpadear ni tragar saliva o tratar de olvidar algo a voluntad, sencillamente imposible.
Que es un poco menos doloroso y desagradable de lo que parece por lo imprevisto (gran parte del dolor consiste en esperar que te va a doler) y porque, como casi cualquier cosa que te pasa en las manos, tiene el consuelo totalmente infantil, de que te lo puedes llevar a la boca.