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La geniera...y otros cuentos

El viaje de vuelta

Viajar es bonito, eso dicen, pero deben referirse a todo lo que sea "ir", en lo que se refiere a "volver" como que no están muy acertados.
Por primera vez en muchos años de vacaciones no volviamos de madrugada, por aquello de quitarnos el calor, sino que volvíamos con ello en pleno, a las tres de la tarde (y olé).
Así que a esa hora tan intempestiva nos disponíamos a subirnos al bus de vuelta a la capital de los maños. Primer contratiempo, nos quitan los asientos delanteros (en los tiempos que corren y todavia hay buses con los asientos sin numerar) una familia maña en pleno con madre gritona que ya nos habíamos encontrado en la playa previamente y que se dedica a "culturizar" a sus retoños en pleno viaje con preguntitas ambiguas del tipo "que es lo que tiene Tortosa" a lo que la hija contesta haciendo alarde de toda la coherencia que le falta a su madre "como que que es lo que tiene? no entiendo la pregunta".
El autobusero es el mismo que nos trajo y juraría que también es el mismo de años pasados (hace dos años se llevo una puerta de un loco que la abrió a nuestro paso). Es una curiosa mezcla de arabe y catalán, indescriptible de todo punto. Pero el que nos cogió en Tortosa fue peor.
Para en Tortosa media horita para cambiar de autobusero. Allí somos testigos de la expansión del poder yanqui en su versión más hortera. Moreno de pelo y piel, metrosetenta, complexión media tirando a barrigón, hasta aqui todo normal pero la vestimenta era para echar a correr. Mocasines negros de estos de lazos o borlas, calcetines blancos hasta la pantorrilla coronados con dos rayas (una verde y una negra), vaqueros convertidos en piratas por obra y gracia de la tijera, cinturón negro de vestir del que colgaban unas cadenas para las llaves, camisa de pseudoseda color azul oscuro con un dragón enorme de colores digna de la versión más cutre de un remake de cualquier peli de Bruce Lee, pelo en pecho asomando con sus correspondientes cadenas de oro y por último y para completar semejante ataque al buen gusto, o al gusto directamente, un sombrero vaquero blanco chillón mucho más grande de lo normal o_O Si no lo veo no lo creo.
Allí cambiamos de autobusero y tenemos el placer de conocer al autobusero simpático que te llama "niña" y te pregunta por tu vida con la misma facilidad con la que conduce con una mano, en plenas curvas, mientras sujeta el movil con la otra (o mientras bebe cocacola, o mientras come chocolatinas, o...).
Paramos en otro pueblo de los 25 que visitamos. Turismo rural se llama, porque no cogemos ni a un pasajero ni a medio. Una mujer tiene que ir al baño así que el autobusero para en una gasolinera y se baja medio autobus a fumar.
Primera meona de la tarde pero ni de lejos la única. Paramos en otros dos pueblos más por el mismo motivo.
El viaje dura 5 horas y cuarto y eso tardaremos aunque en el trayecto de vuelta hasta Tortosa hayamos tardado la mitad que haciendo el trayecto contrario. Misterios de los autobuses de linea.
Llegamos a Zaragoza (hay atasco de salida pero no de entrada). Cogemos un taxi para llegar a casa y nos toca el taxita cabreado. Da igual lo que le digas, él te lleva la contraria. Si le dices que hace calor te dice que el mismo que en el resto de España, que no va a ser sólo en Zaragoza. Si le dices que se tarda mucho en llegar a la playa desde allí te contesta que hay gente que se va y viene en el día. Yo no discuto en general pero con los taxistas nunca jamás. Si me dicen que la Tierra es plana y que descendemos del Diplodocus yo le digo que me parece estupendo y listo, pero mi madre no. Mi madre si hay que discutir se discute y si pilla un gilipollas que encima le da cuerda pues casi mejor que eches cuerpo a tierra (o a asiento en este caso) y esperes a que pase la tormenta.
Llegamos a casa (Aleluya!!) y cuando voy a coger el ordenador mi hermano está pasando el jodio antivirús que tarda tres meses en escanear el pc.
Me voy a la cama y no puedo dormir porque hay unos 30 graditos en la calle.
A la 1 y pico caí rendida de agotamiento y estupidez ajena y propia.
Menos mal que hemos amanecido con viento. Arf.

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